Por lo que me cuentan, la situación financiera es tan desesperada que algunos han roto las huchas de sus vástagos y se han ido al banco a canjearlas por billetes o a pagar recibos domiciliados que ya no encuentran fondos en la cuenta corriente. También son muchos los que, con mucho dolor, se han tenido que desprender por igual motivo de su colección de monedas del Mundial, ese inolvidable –y quizá irrepetible- del gol de Iniesta.
Por lo que me cuentan en el canal, el problema ahora no está en la atonía de las ventas ni en que la toma de decisiones para adoptar un ERP o un sistema de virtualización se eternice irremediablemente. El problema ahora está en la morosidad y en los eternos plazos de cobro. Un directivo de una consultora de tamaño medio comentaba hace poco que ahora habla casi tanto con su director comercial como con el abogado que intenta convencer a los clientes tardones de que no van por buen camino si no pagan.
En mal momento llega para el sector tecnológico esta parálisis. El momento es pésimo porque estamos ante un cambio de modelo de negocio, el que trae la nube y los servicios cloud, que exigirá una concentración y unos recursos que, desgraciadamente, la crisis ya ha devorado. Amén de los muchos estudios y opiniones de gurú que ponen a la nube donde debe estar, en los cielos, el cloud va viento en popa en otros países porque lo dicen tantos y tantos directivos de este sector que viajan y se empiezan a oler por dónde van las cosas. Aquí, en cambio, todavía seguimos dándole vueltas al tema, haciendo como aquellos sabios de Bizancio que, mientras que los turcos se disponían a conquistar Constantinopla, perdían el tiempo discutiendo sobre el sexo de los ángeles.
En fin, siguiendo el ejemplo de los ciudadanos acuciados por la crisis, no sería mala idea de que los distribuidores rompieran su hucha de una vez y corrieran al mercado a canjearla por un modelo de negocio que les asegure el futuro. Financieramente estamos ante una osadía, es cierto, pero estratégicamente la apuesta parece segura.