Mayra Martínez Avidad Existe un mercado negro en Internet donde se pueden comprar y vender números de tarjetas de crédito a un precio de entre 0,06 a 30 dólares, donde los datos bancarios son moneda de cambio entre ciberdelincuentes y donde apenas hay de pagar 23 dólares para hacerse con un programa que registra las teclas pulsadas en un ordenador, responsable de la mayoría de los ataques de phising. Se trata de un negocio cada vez más abultado, que según estimaciones de Symantec, podría superar el dinero que mueve el tráfico de drogas a escala internacional. De hecho, a diferencia de hace varios años, cuando los hackers buscaban simplemente leer sus hazañas en las portadas de los medios, el 78% de los ataques online de hoy día incluyen un componente financiero. Esta es una de las conclusiones del estudio sobre esta economía sumergida en Internet de la empresa de seguridad Symantec. Dicho estudio revela que uno de cada cinco usuarios ha sido víctima de un fraude online, mientras que la mayoría de los beneficios provienen de información personal robada, ya sea de tarjetas de crédito (el 32% de los casos) o de cuentas bancarias (19%).
Además, nueve de cada diez correos electrónicos son spam, que trata, algunas veces con éxito –de ahí que se sigan enviando-, que revelemos información sobre nuestras cuentas, compremos un producto farmacéutico o nos apuntemos a planes ficticios para trabajar desde casa.
Por otro lado, sigue aumentando el robo de información personal en redes sociales que luego es utilizada con fines fraudulentos. Por ejemplo, el estudio de Symantec documenta que se están incrementando un 20% mensualmente los engaños que apelan a las emociones de los usuarios (lo que se conoce como ingeniería social), como los que aprovecharon la catástrofe sucedida recientemente en Haití.
Además, uno de cada siete jóvenes de edades comprendidas entre los 10 y los 17 años ha recibido algunas propuesta de tipo sexual a través de Internet. En este caso hablamos de los llamados ‘delitos de depredación’ que, al contrario de los financieros, pueden llegar a poner en peligro la identidad física de la víctima.
