El pasado 31 de marzo, AMD cerró el primer trimestre de su ejercicio 2007, el primero que aborda desde su plena integración con ATI. Durante esos tres meses, el fabricante de chips facturó 1.230 millones de dólares, un 7,5% menos que en el mismo periodo del pasado año y un 30,5% menos que entre octubre y diciembre de 2006. El balance también arrojó unas pérdidas de 611 millones de dólares, algo que Robert J. Rivet, responsable financiero de AMD, ha calificado de “decepcionante e inaceptable”. Así las cosas, según la consultora iSuppli, la cuota global del fabricante en el mercado de procesadores, en términos de facturación, ha pasado del 16 al 11%, mientras que la de su eterno rival, Intel, ha crecido del 76 al 80%. Por si fuera poco, desde principios de año las acciones de AMD han caído en torno a un 29%, frente a la plusvalía del 7% conseguida por los valores de Intel. Todo indica que la guerra de precios entre ambos proveedores y el lanzamiento de los últimos procesadores de Intel ha empezado a hacer mella en AMD, cuya cúpula directiva ha reconocido que está buscando nuevas fórmulas de financiación. De momento, la compañía ha decidido modificar su red de ventas, pasando de un canal basado al cien por cien en resellers a un modelo híbrido en el que empezarán a tomar más peso los acuerdos OEM. Asimismo, para mejorar sus resultados la compañía prevé una reestructuración con la que pretende un recorte de 500 millones de dólares en sus gastos y que engloba el despido de 500 empleados, cerca del 3% de su plantilla.
Otro de los pilares de AMD para los próximos meses es el lanzamiento de Barcelona, su nuevo procesador de cuatro núcleos para servidores que, según el fabricante, tendrá un rendimiento un 50% mejor al de procesadores similares de Intel en determinadas aplicaciones.
