La pandemia da un respiro desde mediados de verano. Esperemos que sea definitivo esta vez, aunque con la Covid-19, y por lo visto con las sucesivas olas, no conviene adelantar acontecimientos. En la vuelta a la normalidad, cada empresa va a su ritmo. Es verdad que, bien sea como realidad o como deseo, impera el formato híbrido. Son muchos los trabajadores y numerosos los empresarios que apuestan por mantener a partir de ahora una jornada que combine el formato presencial con el teletrabajo.
Las ventajas de esta combinación son muchas: flexibilidad, conciliación, ahorro de costes… Si en los meses duros de la pandemia, cuando la mayoría de los españoles tuvieron que quedarse en casa, hubo gestores que se quejaron de que la adopción masiva del trabajo en remoto afectaba a la creatividad y el intercambio de ideas, con un formato híbrido ese problema está en gran parte solucionado.
En el canal de distribución está pasando como en otros sectores, y la vuelta a la oficina está siendo muy variopinta. Hay empresas, como el mayorista murciano Depau, que ya tiene a toda su plantilla en las oficinas, aunque aplicando estrictas medidas de seguridad. Y hay otros, como MCR, Esprinet o Tech Data, que por el momento han optado por organizar turnos para no sobrepasar aforos parciales en unas oficinas que durante mucho tiempo permanecieron desiertas.
En el mundo de la consultoría informática, y entre los fabricantes multinacionales, por el momento son muchos los que restringen la asistencia y en todo caso la dejan a la elección del trabajador. Como resultado, muchas oficinas siguen hoy vacías, a pesar de la bajada de los índices de contagio y de la mejoría en los hospitales.
Está claro que la evolución a corto plazo del modelo de trabajo en España va a depender de la evolución del virus y las características de las variantes que vayan saliendo, como la delta, mucho más contagiosa. Ahora los datos son buenos, pero no hay que confiarse. El caso de Israel es ilustrativo. Allí se adelantó mucho su proceso de vacunación y en junio pasado el país logró reducir los contagios casi a cero. Pero el virus volvió a propagarse con fuerza según avanzaba el verano y a principios de septiembre marcó récords de población afectada por la variante delta. Como consecuencia, las calles de las ciudades volvieron a llenarse de mascarillas.
En cualquier caso, no conviene desandar lo andado en el ámbito de la tecnología y los modelos de trabajo. Los cambios forzosos que impuso la Covid-19 en la operativa de muchas compañías dio lugar a que la puerta de la digitalización se abriera en ellas. Ahora no debemos cerrar esa puerta. Una organización del trabajo más autónoma, responsable y centrada en los objetivos, y no en el presencialismo, debe formar parte del nuevo escenario. Todos lo agradecerán.