Desde el principio la reacción europea a esta crisis de la Covid-19 ha sido rápida y ejemplar. Nada que ver con la torpe gestión de la crisis financiera de 2008. La guinda la ha puesto la aprobación del fondo de 750.000 millones de euros para paliar los daños económicos del coronavirus, de los cuales 140.000 millones serán para España, la mitad en forma de ayudas directas y la otra mitad en forma de créditos.
Ahora toca a España, a sus autoridades, líderes y agentes sociales, diseñar unos proyectos de inversión creíbles y en línea con la economía del siglo XXI, y no con la del siglo XX. Hasta hoy, cuando tocaba presentar proyectos a Europa, casi siempre se pensaba en infraestructuras de cemento y acero, como carreteras, vías de tren, puentes, puertos comerciales o aeródromos.
A partir de ya va a haber que cambiar el chip y pensar en la economía que no se ve, pero que va a marcar decisivamente la competitividad futura. Hablamos del uso de los datos, de inteligencia artificial, de reciclaje de residuos, de formación de los trabajadores. Tendremos que cambiar el hardware cementero de la gran obra pública, que tantas ayudas recibió en los 90 en forma de fondos de cohesión, por el software del conocimiento y las TI, básicamente.
Y ahí habrá que afinar mucho, puesto que Europa mirará con lupa los proyectos que le presente España, y podrá echar para atrás los mismos si no los considera pertinentes para construir un mundo postcovid dominado por la digitalización. Es uno de los logros en Bruselas de los llamados países frugales.
Por el momento, sólo se saben generalidades acerca de los planes del Gobierno español. La presentación del Plan España Digital 2025, que se ha marcado como objetivo movilizar 70.000 millones en los tres años que quedan de legislatura, adelanta 50 medidas a tomar, aunque no concreta ninguna. De forma vaga dice que la conectividad será general en todo el territorio, que las empresas darán un salto digital sin precedentes y que la educación se centrará en las nuevas competencias. Ahora toca ir al detalle para conseguir el máximo de fondos y convencer a una Europa que al fin y al cabo va a exigir reformas a nuestra economía.
A mí se me ocurren dos cosas por las que valdrá la pena luchar y que, si se consiguen, ayudarán a este país a dar un salto de gigante. Una será, efectivamente, la digitalización de las empresas, sobre todo de las pymes. Es un ámbito en el que históricamente hemos ocupado posiciones rezagadas en Europa, sobre todo en aspectos como el comercio electrónico y el uso de los datos.
Y la otra es la formación de los trabajadores. En competencias digitales también estamos a la cola, con una formación continua muy deficiente y de la que se benefician pocos trabajadores, y con una FP que, a pesar del marketing gubernamental, sigue siendo la hermana pobre del sistema educativo en España.
A ver si aprovechamos el salto adelante histórico de la Unión Europea para hacer frente a la crisis del coronavirus y por fin la economía de este país se pone a la altura de los mejores. Dinero hay.