En los últimos tiempos Microsoft ha generado muchas noticias. Pienso en la compra de Nokia, el lanzamiento de Surface, el estreno de Satya Nadella como CEO o en el colosal recorte de plantilla que tendrá que abordar la compañía a lo largo de este año fiscal, y que afectará a 18.000 profesionales. Sin embargo, ha pasado más desapercibido un asunto que dará alegría a todos aquellos que revenden la tecnología de Microsoft. Se trata de la decisión de la compañía de jubilar definitivamente su Windows XP, que desde abril no cuenta ninguna clase de soporte.
A pesar de que se van a cumplir 13 años desde que Windows XP fuera lanzado al mercado, lo que ocurría casi al tiempo que caían las torres gemelas en Nueva York, todavía su presencia sigue siendo importante. El pasado abril, cuando efectivamente se canceló el soporte, todavía estaba instalado en cuatro millones de ordenadores en España. Hoy son muchos menos, pero XP sigue siendo el segundo sistema operativo en nuestros PC, sólo por detrás de Windows 7 y todavía por delante de Windows 8 y 8.1, según la consultora StatCounter.
¿Qué está pasando en el mercado? ¿A qué ritmo va la migración? ¿Han entendido los clientes las consecuencias de que XP se haya quedado sin actualizaciones, parches de seguridad o la capacidad para soportar las nuevas aplicaciones que salen al mercado? ¿Han entendido que no podrán mantener XP mucho más tiempo sin poner en peligro la operativa diaria de sus empleados? Los agentes que hemos consultado dicen que la migración es un hecho en el ámbito de la gran empresa, y que incluso las pymes empiezan a actualizar sus sistemas, aupadas por la mejora de la economía y del crédito.
Peor están las cosas en el sector público, donde los presupuestos van a seguir siendo restrictivos. En la administración, la vida de los parques informáticos se está estirando hasta límites insospechados y que ponen en peligro la operativa de los funcionarios. Además, no son pocos los clientes institucionales que han preferido comprar soporte personalizado de XP a la central de Microsoft en Redmond –una opción cara en cualquier caso- a abordar la renovación.
Los integradores nos dicen que a la hora de convencer a los clientes de la necesidad de migrar, está pesando más el argumento de la productividad que el de la seguridad. Eso es así porque hoy una empresa con Windows XP está seriamente limitada, no pudiendo, por ejemplo, aprovechar las ventajas del cloud o de la movilidad de aplicaciones. Y porque, al mismo tiempo, un XP sin soporte tampoco ha producido ningún caso grave de pérdida de información hasta la fecha.
En fin, podemos decir que la actualización del parque de PC en España y de su software está en marcha, aunque no muestre un ritmo trepidante. Es difícil saber cuándo Windows XP desaparecerá definitivamente del mapa. Algunos dicen, quizá con demasiado optimismo, que a finales de este año el sistema operativo será ya residual o una antigualla para nostálgicos. Esperemos que así sea. Eso querrá decir que el negocio y la inversión por fin se reactivan.