El negocio de la seguridad sigue avanzando a muy buen ritmo, a juzgar por lo que nos cuentan las consultoras y por los resultados que nos muestran mayoristas y fabricantes. En España, los cálculos de los expertos hablan de que ahora mismo los ingresos por la venta de soluciones de ciberseguridad crecen a un ritmo superior al 10% anual. La filial de Sophos, por ejemplo, se salió en este último ejercicio fiscal con un crecimiento del 36%. Mientras tanto, el mayorista Ireo, que obtiene la mitad de su facturación vendiendo seguridad, no espera un avance menor al 15% para este año. Nos los cuenta en este número su director general y fundador, Chuck Cohen. Y lo mismo se puede decir de la mayoría de revendedores que participan en este negocio.
Las amenazas son muy cambiantes y la complejidad de los sistemas para hacerles frente en las medianas y grandes cuentas es enorme, lo que hace que los clientes necesiten a buenos integradores para poner en orden la casa. En la pyme y en el hogar, el problema es otro: la ausencia de tecnología convierte a estos segmentos en coladeros para los ciberdelincuentes. Eso sí, en líneas generales los fabricantes no se han decidido a dar el paso definitivo a la nube y al SaaS, en parte porque los inversores que les respaldan no están dispuestos a soportar el coste financiero que esa transición comportaría.
Sin embargo, todo hace pensar que la seguridad también acabará mayoritariamente en el cloud y que muchos agentes de canal tendrán que reconvertirse, para pasar de ser meros revendedores de licencias y dispositivos a proveedores de servicios gestionados desde una consola central y remota. Por último, hay que recordar que fenómenos globales y muy mediáticos como el ransomware (Wannacry fue un punto de inflexión), o ahora el cryptojacking, han hecho conscientes a todos de que nadie se librará de un ataque si no toma medidas. Eso también ha espoleado las ventas del sector.