una tienda ante la dana

Alberto Morillo (tienda de APP en Picanya): “Llevo dos meses soltando material y haciendo faenas sin cobrarle a nadie”



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El dueño de la tienda de informática de Picanya relata cómo lo perdió todo con la dana, incluidos muchos ordenadores y dispositivos de clientes que estaban pendientes de reparación. A los dueños promete compensarlos en la medida de sus posibilidades. Y admite que los próximos meses serán decisivos para ver si sale adelante

Publicado el 27 ene 2025

Juan Cabrera

Redactor Jefe de Channel Partner



Alberto Morillo, por fuera de su tienda APP de Picanya
Alberto Morillo, por fuera de su tienda APP de Picanya

Las grandes cifras que dejó la dana de Valencia ponen los pelos de punta: 224 víctimas mortales, 57 polígonos destruidos, casi 12.000 empresas afectadas y 4.000 millones de euros en daños. Pero más allá de estos grandes números, en CHANNEL PARTNER estamos dando voz a los comerciantes y partners de informática que vieron desaparecer su negocio de la noche a la mañana, y que, con mucho esfuerzo, intentan ahora salir adelante, superando el pesimismo inicial y la lentitud en la llegada de las ayudas.

Es el caso de Alberto Morillo, propietario de la tienda APP de Picanya, localidad muy próxima a Paiporta, zona cero de la tragedia, y que también está dividida por la Rambla del Poyo, cuyo desbordamiento tanto daño causó la fatídica noche del 29 de octubre. El establecimiento de Alberto llevaba 15 años abierto, y allí acudía toda Picanya (población de casi 12.000 habitantes) a comprar informática o telefonía, y también a reparar dispositivos. “Trabajo con empresas, con colegios, con el pueblo en general. Antes de la dana yo le llevaba la informática prácticamente a todo el pueblo”, recalca por teléfono.

A Alberto, la gota fría no le pilló su tienda, sino en su casa, en el municipio de Monserrat, un pueblo del interior, a unos 20 kilómetros de Picanya. Allí, empezó a llover en tromba desde primera hora de la tarde del 29 de octubre. “Con el agua que estaba cayendo, ya no se me ocurrió salir de casa aquel día. Además, estaba incomunicado y sin luz. Ya tenía bastante achicando en el salón de mi casa. Estuvo granizando siete horas”, rememora Alberto.

A la mañana siguiente, el dueño de la tienda APP de Picanya se levantó con ánimo de abrir su establecimiento, desconocedor de la magnitud de la tragedia. Pero ni siquiera pudo llegar hasta él. El paso para el coche estaba cortado, pero Alberto no pudo contenerse y avanzó con su vehículo para comprobar cómo había quedado el punto de venta. “Cuando llegué, el pueblo estaba sin puentes. Era algo que no me cabía en la cabeza”, rememora.

“Me di cuenta de que no había nada que hacer”

“Cuando llegué a la tienda me encontré con que no tenía persiana ni fachada. La fuerza del agua llevó a un coche a estamparse contra mi tienda. En el suelo había varios palmos de tierra y mucho fango. En cinco minutos me di cuenta de que no había nada que hacer. Y, además, de que iba a necesitar mucha ayuda. Tenía una persiana enorme en el suelo, y mezclada con fango”. Precisamente, pudo retirar la persiana con la ayuda de una máquina cedida por el Ayuntamiento de Picanya.

Estado de la tienda APP de Picanya tras el paso de la dana.

Cuando llegué, el pueblo estaba sin puentes. Era algo que no me cabía en la cabeza


El agua en la tienda APP de Picanya llegó a un metro y medio. “La tienda sufrió un golpe, como si alguien hubiera abierto una compuerta y el agua hubiera llegado de forma violenta”, presume Alberto. Tras un par de días de limpieza frenética, pudo ordenarlo todo y hacer recuento de lo que se había llevado la dana. “Perdí casi todo lo que había dentro de la tienda. Calculo que perdí material y mobiliario por valor de 80.000 o 90.000 euros. Yo no tenía mucho en stock, y lo peor ha sido la pérdida de los equipos de los clientes que tenía para reparar”, recuerda.

Un seguro insuficiente

Alberto, que habla con CHANNEL PARTNER por teléfono mientras atiende a algún cliente, explica que tenía un seguro contratado, pero que llevaba 12 años sin revisarlo y, por lo tanto, se había quedado con un nivel de cobertura de los equipos de terceros muy insuficiente.

“En equipos de terceros he perdido material por valor de unos 30.000 euros, y el seguro solo me va a cubrir 3.000 euros. Y, aunque no hay ninguna ley que te obligue, para seguir trabajando en este pueblo y con la clientela habitual, tendré que compensar de alguna manera a los clientes que tenían aquí un ordenador. No puedo darles la espalda”. Tenía ordenadores, iPhones, Mac… esperando una revisión.

Ordenadores para reparar totalmente arruinados por el barro.

“Les he pedido paciencia a mis clientes. Y les he prometido que, cuando pueda, calcularé hasta qué punto les puedo indemnizar. Tengo una responsabilidad moral con la gente. Si yo soy compensado de alguna manera por mi pérdida, no voy a dejar de compensar a mis clientes. No puedo darle la espalda a 50 o 60 personas en este pueblo. Estaría condenado. Y, además, yo no soy así”, insiste el tendero de Picanya a modo de confesión.

Confianza absoluta en los clientes

En el tiempo transcurrido desde la dana, Alberto Morillo ha preferido adelantarse a los acontecimientos, con el fin de que las estrecheces materiales y económicas no le frenen. “Llevo dos meses soltando material y haciendo faenas sin cobrarle a nadie. Y no es porque la gente no me quiera pagar, o yo no quiera cobrar, sino porque sencillamente no tengo tiempo para ponerme a hacer facturas”. Y cuando le preguntamos si no teme que se le olviden facturas por el camino, o que queden sin pagar, nos dice: “Si no me acuerdo de todo lo que he hecho con los clientes, ellos me lo recordarán”. La confianza que tiene en sus vecinos es absoluta.

No puedo darle la espalda a 50 o 60 personas en este pueblo. Estaría condenado. Y, además, yo no soy así

Cuando hablamos con Alberto, que nos enseña su tienda a través de la cámara de vídeo de su móvil, comprobamos que su establecimiento ya está limpio y ordenado. Y con persiana nueva en la fachada, algo que le costó instalar casi dos meses. El mobiliario lo ha reunido buscando aquí y allá: una mesa de un despacho de abogados, un mostrador de otra tienda de informática, otra mesa de una joyería… “Además, con un amigo voy a sacar un suelo más barato y lo voy a instalar”, promete. Alberto es un auténtico buscavidas que tiene un solo objetivo ahora mismo: abrir definitivamente al público, y con un horario normal, su establecimiento en Picanya.

Al principio me lo tomé todo con cierta tranquilidad, pero estoy viendo que como esta situación se prolongue un cuarto o quinto mes desde la dana, las posibilidades de salir adelante empezarán a caer bastante

“Trabajo ahora mismo no me falta. De hecho, he sido un poco selectivo cogiendo encargos”, reconoce. “No soy una persona avariciosa. Soy más bien de vivir la vida y disfrutar de las cosas. Nunca he ido a por el dinero de la gente. Por eso no he facturado todavía. Estoy tan liado trabajando para que la gente funcione que no me he parado a cobrar, que sé que la gente lo va a hacer, porque los conozco de hace muchos años”, insiste.

Retiro de escombros y barro en la tienda APP de Picanya.

16.000 euros en ayudas y a la espera del seguro

Alberto Morillo dice que los comercios de Picanya, al contrario de lo que sucede con los de Paiporta o Benetússer, funcionan razonablemente. “Me he apuntado a todas las ayudas. He recibido la ayuda de Alcem-se, la plataforma impulsada por Juan Roig, el dueño de Mercadona, dotada con 25 millones de euros. Y también la de la Generalitat y la del Gobierno central”. En total ha recibido 16.000 euros hasta la fecha. Ahora está esperando el resultado del peritaje por parte del Consorcio de Compensación de Seguros.

La idea fija de Alberto Morillo es volver a la normalidad. Solo de esa manera podrá asegurarse la continuidad. “Mi idea es abrir como pueda la tienda durante enero. Con un horario fijo. Y el recuperar la normalidad dependerá mucho de cómo se porte el Consorcio de Seguros y de lo que tarde. Al principio me lo tomé todo con cierta tranquilidad, pero estoy viendo que como esta situación se prolongue un cuarto o quinto mes desde la dana, las posibilidades de salir adelante empezarán a caer bastante”. Alberto no tiene tiempo que perder.

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