Intel Corporation ultimaba el anuncio de un drástico plan de reestructuración que contempla la eliminación de más de un 20% de sus puestos de trabajo, unos 20.000 empleos, con el fin de agilizar la toma de decisiones y reducir los costes operativos, según adelantó el pasado martes Bloomberg.
No obstante, ayer el fabricante de chips anunció planes para reducir sus costes operativos 500 millones de dólares este año, y 1.000 millones en el ejercicio que viene, con el fin de ganar en capacidad de ejecución y eficiencia operativa. Pero no habló de despidos de forma concreta. Intel no ha dicho qué efectos tendrá esto en la plantilla, aunque su CEO, Lip-Bu Tan, sí ha advertido de que estas medidas supondrán una reducción de la fuerza laboral.
La compañía contaba con 108.900 trabajadores a 31 de diciembre de 2024, tras haber suprimido 15.000 empleos el verano pasado dentro de un programa de ahorro de 10.000 millones de dólares. Los nuevos ajustes culminarían el viraje estratégico iniciado este año con la llegada del consejero delegado Lip-Bu Tan.
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El giro de Intel: menos complejidad organizativa
Lip-Bu Tan, ex presidente de Cadence Design Systems y designado máximo responsable de Intel en marzo, ha dejado claro que su prioridad es “acabar con la complejidad organizativa y la burocracia que asfixian la innovación”. El ejecutivo ha aplanado en las últimas semanas la estructura directiva, todas las divisiones de chips reportan ya directamente a él, y ha nombrado al profesor de Stanford Sachin Katti nuevo director de tecnología y de IA.
El mercado ha reaccionado durante esta semana con alivio a los planes de adelgazamiento: las acciones de Intel subieron más de un 6 % en los intercambios previos a la apertura de Wall Street el miércoles, aunque siguen un 40% por debajo de su nivel de hace un año. Los inversores esperan que el recorte contribuya a frenar tres ejercicios consecutivos de caída de ventas y fuerte contracción de márgenes.
Los analistas prevén otra caída interanual de ingresos, pero confían en que los nuevos ajustes mejoren la rentabilidad a corto plazo. Además de las ganancias en eficiencia y los posibles despidos, la dirección ha comenzado a desprenderse de negocios considerados no estratégicos. La semana pasada acordó vender el 51% de su filial de FPGA Altera, que hace chips para circuitos integrados, al fondo Silver Lake, en una operación valorada en 9.000 millones de dólares. Y fuentes internas no descartan nuevas desinversiones en los próximos meses.
Recuperación del mercado frente a sus competidores
Los recortes llegan en plena ofensiva para recuperar el liderazgo tecnológico perdido. Intel cedió la corona de la fabricación de chips a TSMC hace más de una década y, con la explosión de la inteligencia artificial, ha visto cómo Nvidia se ha convertido en el suministrador de referencia de aceleradores para centros de datos. Tan ha prometido centrar los recursos en la ingeniería de proceso y en acelerar la hoja de ruta de nodos 18A y menores.
A corto plazo, el impacto social será considerable: miles de ingenieros y personal administrativo saldrán de la compañía en todo el mundo, con especial incidencia en EEUU y Europa, donde Intel mantiene grandes campus de I+D. Los sindicatos tecnológicos en Oregón y Arizona ya han solicitado información detallada sobre las áreas afectadas y los paquetes de indemnización.
Empieza una transformación que llevará años
Con la primera gran reestructuración de la era Tan, Intel se juega no solo sus cuentas de resultados sino también su capacidad de atraer talento frente a competidores que dominan actualmente los segmentos de mayor crecimiento de la industria de semiconductores. Bloomberg, citando fuentes conocedoras del plan, advierte de que éste es solo “el comienzo de una transformación que llevará años”. El tamaño de la apuesta refleja la magnitud del reto: reinventarse o arriesgarse a quedar relegada en la mayor revolución tecnológica desde la aparición del PC.