Por Mónica Hidalgo La desaparición de Akko, un pequeño mayorista zaragozano que consiguió labrarse con gran esfuerzo una excelente reputación en el mercado, deja una enorme sensación de amargura para quienes llevan en la lucha desde hace tantos años.
Blas Barriendos, propietario de la empresa, escenifica la figura del emprendedor que a lo largo de estos años fue capaz de granjearse el reconocimiento del mercado local y de ganarse el respeto de sus clientes, el distribuidor que vende a la pequeña y mediana empresa. Esa pyme que necesita que le hablen en su mismo lenguaje y le informen de las ventajas en el uso de las tecnologías de información.
Tras quince años de singladura y facturaciones cercanas a los 5 millones de euros, el impago de una factura por valor de 120.000 euros asestó el definitivo varapalo en la línea de flotación de las finanzas de la empresa. La poca cintura de las pequeñas empresas informáticas para hacer frente a eventualidades de esta naturaleza les ha impedido que pudieran asumir dicha deuda. Sin embargo, lo que contribuyó definitivamente a su hundimiento fue la atonía compradora que empezaba a hacer mella en el minorista informático. El mercado de consumo se paró en seco y los retailers, principales clientes de Akko dejaron de vender. Fin de la historia.
Preocupante también es la situación que está viviendo otro mayorista zaragozano, Esprinet, que está sufriendo no sólo por la crisis que atenaza al mercado sino por las dificultades que ha supuesto la integración de las estructuras de Memory Set y UMD en una única organización. De momento, ya han presentado un ERE que ha afectado a cerca de cien personas y que ha supuesto la práctica desaparición de la plantilla de Bilbao y la centralización de las actividades en torno Zaragoza. Esperemos que en este caso no hablemos de fin de la historia.
A pesar de todo el espectáculo debe continuar y el partner debe continuar trabajando para transmitir al usuario la necesidad de apostar por las TIC como fórmula para mejorar la competitividad. Podrán aplazarse decisiones pero no cancelarlas de por vida, la propia supervivencia de la empresa está en juego.