Desde el principio de año, el mundo ha estado en vilo por el coronavirus. Y el sector tecnológico también aguantó la respiración con una de sus derivadas. En las primeras dos semanas de febrero, todos estuvimos pendientes de saber si el Mobile World Congress de Barcelona, una de las mayores citas de esta industria a nivel global, caería o no a causa precisamente de la pandemia china. Y el 12 de febrero por la tarde, la GSMA, la patronal mundial de las telecomunicaciones, publicó una nota escueta, pero esperadísima.
La firmaba su consejero delegado, John Hoffman, y confirmaba de una vez por todas la cancelación del evento, que en Barcelona deja cada año 500 millones de euros de ingresos y emplea a unas 13.000 personas. “Debido a la preocupación global por el brote de coronavirus, la preocupación por los viajes y otras circunstancias”, decía esa nota, donde, eso sí, el GSMA se despedía hasta la edición de 2021, también prevista en Barcelona.
En los días previos, las noticias de la enfermedad, con una escalada importante de afectados y muertos, casi siempre en China, y el goteo de compañías que fueron confirmando su ausencia, hirió de muerte a un MWC que en los últimos años había cogido un protagonismo inusitado debido al protagonismo del smartphone y de las redes de comunicaciones 4G y 5G en la vida de las personas y en la operativa y expectativas de las empresas.
10 días antes del fatal desenlace, la coreana LG se adelantó y fue la primera en comunicar que no estaría en el Mobile. Lo hacía para preservar la salud de sus empleados, clientes y partners. Y luego llegaron los demás. Amazon, BT, Cisco, Ericsson, Gigaset, Intel, Nokia, NTT, Sony, Orange, Vodafone… No más de 30 empresas, de un total de 2.800, pero que tuvieron un potente efecto mediático y caló en los ánimos de todo el sector tecnológico.
El GSMA hizo un último intento de salvar los muebles proponiendo a las empresas una versión reducida del Mobile, pero las compañías le dijeron que no. También valoró posponerlo, pero con una enfermedad de incierta evolución, tampoco parecía una salida razonable.
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Especulaciones
Se ha especulado mucho sobre si hubo una sobrerreacción de las empresas a la enfermedad y su potencial de contagio. Es probable, puesto que la incidencia del coronavirus fuera de China es casi testimonial. Además, en las semanas previas, se celebró en Ámsterdam un evento internacional, el ISE, dedicado a tecnologías de imagen y sonido profesional, y con 1.300 expositores de todo el mundo, y nadie puso el grito en el cielo.
También algunos han sugerido que el MWC ha sido un capítulo más en la guerra comercial entre Estados Unidos y China y se ha usado para poner en evidencia los controles y la gestión de la crisis del gigante asiático. Esto parece más difícil de asumir, puesto que al fin y al cabo GSMA es una patronal mundial de las telecos que reúne a 800 compañías, con oficinas e intereses en todo el mundo y dirigida por un estadounidense, John Hoffman.
Ahora queda lo peor
Ahora queda a la organización del Mobile el trabajo más duro y desagradable, el de compensar a los cientos de empresas que hicieron una inversión en una feria que finalmente no se celebró. Es previsible que haya muchas demandas, litigios y procesos judiciales, con el telón de fondo de unos seguros cuya letra pequeña unos y otros mirarán con lupa, en busca de clausulas salvadoras. El GSMA ha advertido desde el primer momento que no dará ninguna compensación a los participantes alegando que se enfrentaba a una “causa mayor”.
Sin embargo, no lo tendrá fácil porque autoridades sanitarias, como la OMS, no llegaron a declarar la “pandemia global” y el gobierno español dijo hasta el último momento que la situación de la salud pública en Barcelona y en el resto del país estaba totalmente controlada. El lío para unos y otros no ha hecho más que empezar.