Esta nueva propuesta de Canon puede presumir de ser una cámara realmente minúscula (90 x 47 x 19 mm), con un acabado casi perfecto y un diseño plateado de lujo. A pesar de sus reducidas dimensiones, la solidez del dispositivo se ve refrendada por una robusta carcasa metalizada, una característica importante en productos susceptibles de sufrir golpes.
Entre sus características destacan su CCD de 4 megapíxeles, la resolución máxima de 2.272 x 1.704 puntos, una batería de ión de litio y memoria 32 megas SD/MMC.
Los resultados de esta solución en las instantáneas más exigentes han sido realmente buenos, evidenciando una ecualización del color excelente, una notable definición y un efecto barril menos marcado que en otras propuestas similares. En condiciones ambientales en las que predomina una escasa luminosidad, el tamaño del grano aumenta considerablemente, aunque no tanto como para considerarlo un contratiempo importante.
¿Sus limitaciones? Como no es extraño en productos de esta gama de precios, dispone de un objetivo con distancia focal fija, por lo que carece de
zoom óptico. El enfoque automático en condiciones de poca luminosidad no es absolutamente preciso, pero desde luego tampoco especialmente malo.
Desde luego, esta cámara no es la solución ideal para virtuosos de la fotografía, pero sí una opción muy atractiva para aquellos que quieren una propuesta manejable y con la garantía de acabado y calidad de una marca reconocida.