Europa cuenta con multitud de empresas de alto rendimiento, pero, en conjunto, su tejido empresarial crece más lentamente, genera menos beneficios e invierte menos en I+D que sus homólogas estadounidenses, en gran parte porque se quedan atrás en tecnología, según concluye un nuevo estudio del McKinsey Global Institute,
Las conclusiones del estudio realizado entre más de 12.000 empresas son claras: De entre las diez tecnologías transversales extendidas por la mayoría de los sectores, Europa sólo lidera dos. Se está extendiendo una fuerte dinámica empresarial de “winner-take-most” y sus efectos en la red. Europa no progresó al ritmo de Estados Unidos en la ola tecnológica de Internet para el consumidor, y ahora se encuentra en una posición debilitada en ocho de las diez de la siguiente ola.
Por otro lado, las diez principales empresas que invierten en computación cuántica están todas en Estados Unidos o en China. En 5G, China acapara casi el 60% de la financiación externa, Estados Unidos el 27% y Europa el 11%. La tecnología limpia se considera un bastión europeo y, de hecho, la región sigue a la cabeza en cuanto a patentes, financiación de capital riesgo y capacidad instalada en tecnologías maduras. Sin embargo, China lidera la producción de tecnologías limpias en casi todas las áreas, y Estados Unidos lidera la mayoría de las tecnologías de vanguardia. En el ámbito de la movilidad, los fabricantes estadounidenses representan cerca del 70% de todos los kilómetros realizados por los vehículos totalmente autónomos L4.
Podría estar en juego un valor añadido empresarial de entre 2 y 4 billones de euros al año para 2040. Esto equivaldría a entre el 30% y el 70% del crecimiento del PIB previsto en Europa entre 2019 y 2040
A medida que la tecnología se difunde por todos los sectores, determinando cada vez más la dinámica competitiva, los actores europeos parecen cada vez más vulnerables, incluso en sus sectores más tradicionales como la automoción. Si no se aborda, esta crisis afectará a Europa en dimensiones tales como el crecimiento, la inclusión y la sostenibilidad, perjudicando su autonomía estratégica y su protagonismo en la política mundial.
Podría estar en juego un valor añadido empresarial de entre 2 y 4 billones de euros al año para 2040. Esto equivaldría a entre el 30% y el 70% del crecimiento del PIB previsto en Europa entre 2019 y 2040, o a un punto porcentual de crecimiento al año; seis veces la cantidad bruta necesaria en Europa para alcanzar las emisiones netas cero en 2050; y aproximadamente el 90% de todo el gasto social europeo actual o 500 euros de renta universal mensual para cada ciudadano europeo.
Europa cuenta con numerosas ventajas en las que apoyarse. “Sin embargo, si las empresas quieren jugar a la escala y velocidad necesarias para competir en un mundo en el que la disrupción tecnológica se extiende por todas partes, los responsables de la toma de decisiones tendrán que reevaluar el status quo y hacer nuevas concesiones que les permitan llevarlo a cabo”, apunta Alejandro Beltrán, presidente de McKinsey en España y Portugal. “Esto se podría conseguir con un conjunto de iniciativas de los responsables privados y públicos que enfaticen una toma de decisiones de repercusión a escala europea y en unas normas más favorables a la innovación; en el proceso, se garantizaría que la alta calidad de vida actual de muchos de los ciudadanos europeos se mantenga a largo plazo.”