La caída venía anunciada desde hace ya unos años. No obtenía beneficios desde el 2007, y en 2010 presentó una pasivo que ascendía a 4.100 millones de dólares (2.600 millones en obligaciones con sus empleados y 1.500 millones con sus acreedores). Ese mismo año pidió una reestructuración de la deuda, a la vez que sus acciones ya cotizaban por debajo del dólar.
Con este panorama, la Bolsa de Nueva York advirtió a la compañía que sería expulsada del parqué si no lograba levantar el precio de sus acciones por encima del dólar (que es el mínimo exigido por este organismo para cotizar en su plaza). A estas amenazas, se unieron las advertencias de compañías de rating como Moody’s y Fitch, que rebajaron la deuda de la empresa al nivel de bono basura.
Como consecuencia la compañía ha pasado de tener una plantilla de 60.000 empleados por todo el mundo ha apenas 7.000, además no ha logrado hacer frente a sus deudas. Además, la firma que reinó en el mundo de la fotografía analógica, no ha sabido encontrar un sitio en el mundo digital, tiene pendiente la devolución de un crédito de Citygroup por un montante de 950 millones de dólares en 18 meses.
Para resolver la situación, la compañía que dirige el español Antonio Pérez se acoge al Capitulo 11 de la Ley de Quiebras. No le saldrá gratis y se calcula que por el proceso deberá desembolsar unos 1.000 millones de dólares. El objetivo es poder buscar liquidez en EEUU y en el extranjero, resolver la situación de los pasivos y rentabilizar su estratégica propiedad intelectual. No hay que olvidar que Kodak dispone de más de mil patentes (valoradas en torno a los 3000 millones de dolares) relacionadas en muchos casos con los dispositivos fotográficos que usan todos las cámaras y smartphones del planeta.
El propio Antonio Perez tiene claro que hay salida: “El consejo de administración y toda la alta dirección cree de forma unánime que este es un paso necesario y correcto para el futuro de Kodak”. Desde la empresa se ha afirmado también que esta medida no cubrirá las filiales que están fuera de los Estados Unidos.
La compañía a la que cantó Paul Simon no ha sabido adaptar su mundo multicolor a los nuevos tiempos que corren y se ha dejado adelantar por competidores directos como Canon o Fujitsu. Ahora, su futuro pasa en gran parte por deshacerse a buen precio de sus patentes. Irónicamente, la empresa que inventó la cámara digital ha sucumbido a su propia innovación