A partir de ahora, y durante los próximos meses, vamos a publicar una serie de artículos para dar cuenta de cómo ha evolucionado el país y su economía, el sector TIC o la figura del mayorista informático, así como diversos negocios del ámbito de la tecnología, como la ciberseguridad, la impresión, la informática personal, las telecomunicaciones y el comercio electrónico, o la nube y la computación, cómo no.
La economía española desde 1998 hasta hoy en día es el primer objeto de nuestro análisis. Pero antes de empezar conviene estar en contexto. Desde 1998 a esta parte han cambiado muchas cosas. Algunas tan cotidianas como el dinero que llevamos en el bolsillo (pesetas en aquel momento, euros hoy). Hace 25 años el acceso a internet, que hoy prácticamente es universal, era una rareza disfrutada por sólo 147 millones de usuarios en todo el mundo y algo más de un millón de personas en España.
En 1998 no había smartphones (el iPhone todavía tardaría casi una década en aparecer) ni tablets y, mucho menos, redes sociales. De hecho, sólo uno de cada 10 españoles portaba teléfonos móviles, que, eso sí, no tenían internet y eran muy básicos comparados con cualquiera de los actuales. Tampoco había plataformas de streaming y uno de los grandes debates era cómo frenar la piratería de música y películas.
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Evolución del PIB: la cifra se dobla
La economía del país también ha cambiado mucho desde 1998. En primer lugar, el PIB de aquel año se elevó a 556.000 millones de euros (o 92 billones de pesetas, para ser más exactos). Es decir, algo menos de la mitad del PIB actual de la nación. Como es tradición en las últimas décadas, en los periodos de bonanza la economía española ha crecido por encima de la media de los países avanzados, pero en momentos de dificultad ha soportado peor los vaivenes y los retrocesos han sido más significativos.
Del 1998 al 2008 la economía local avanzó invariablemente, y en algunos años, como los del cambio de milenio y del auge de las puntocom, a tasas de crecimiento se situaron entre el 4% y 5% anual. Eran los años también del bum del ladrillo, facilitados por el acceso fácil al crédito bancario. Sin embargo, en 2009, y como fruto de la crisis financiera mundial derivada del estallido del mercado inmobiliario, la economía nacional se desplomó un 3,8%.
A la vuelta del milenio llegó el bum del ladrillo, facilitado por el acceso fácil al crédito bancario
En España, el estallido de la burbuja inmobiliaria fue tardío, pero dio lugar a un periodo de seis años de dura crisis. De hecho, los problemas se recrudecieron en 2011 y 2012, a consecuencia de la crisis del euro, que se cebó especialmente con los países del sur de Europa, denominados despectivamente como “pigs”. Fue un periodo muy complicado en el que el paro registrado se disparó en poco tiempo y rozó el 26% en 2012 y 2013, según el INE, cuando venía de niveles históricamente bajos en el trienio 2005-2007, del 8%, cuando en España -se solía decir con insistencia- se construían más viviendas que en Alemania, Francia e Italia juntas.
Los recortes de 2010
España tuvo que abordar un duro ajuste en 2010 para enderezar la situación. En mayo de ese año, el presidente Zapatero, presionado por Europa, abandonó las políticas de estímulo y anunció un potente paquete de medidas de recorte. El mayor tijeretazo al gasto social de la democracia. Se bajó el sueldo a los funcionarios, se congelaron las pensiones, se redujo el gasto farmacéutico y se recortó la ya maltrecha ayuda a la dependencia.
Zapatero había reaccionado a la crisis inmobiliaria con más obras (los famosos “planes e”) y Europa, para evitar un contagio que se llevara por delante el euro, obligó a cambiar completamente los planes y apostar por la austeridad. Esas medidas tuvieron el respaldo en 2012 de la reforma laboral de Mariano Rajoy, del Partido Popular, que abarató el despido y dio a los empresarios facilidades para cambiar jornadas, funciones y salarios de los empleados, lo que acabó fomentando la contratación, pero también un empleo más precario.
Del marasmo de la crisis financiera sólo salió España en 2015. Desde ese año, y durante el lustro siguiente, la economía nacional creció a buen ritmo (en torno al 3% anual), pero sin desbocarse. El mercado inmobiliario volvió a coger impulso, pero sin llegar a la efervescencia de principios de siglo. En este caso, Europa se mantuvo vigilante, para evitar otra burbuja, y el Banco de España impuso restricciones a los bancos comerciales a la hora de conceder hipotecas. Los gestores económicos y políticos intentaron cambiar en alguna medida el patrón de crecimiento de la economía española, muy centrado históricamente en el ladrillo y el turismo, pero la propia inercia y la falta de consenso político sobre las líneas maestras de este cambio, obstaculizaron la tarea.
Del marasmo de la crisis financiera sólo salió España en 2015. En los años siguientes la economía creció a buen ritmo
La economía, marcada por la guerra en Ucrania
En 2022, las previsiones eran bastante optimistas a principios del año, pero la guerra en Ucrania, la subida de la inflación y los problemas de suministro energético volvieron a ensombrecer el panorama. En cualquier caso, y según los últimos datos oficiales, la economía finalmente un 5,5% en todo el año pasado, por encima de lo previsto.
Aunque el apocalipsis económico que llevan anunciando los gurús desde hace meses no acaba de materializarse, todo indica que en 2023 el ritmo de avance sí podría verse finalmente mermado en este país y en el mundo avanzado. A consecuencia, sobre todo, de la subida de tipos de interés practicada por los bancos centrales para domeñar la inflación. No en vano, las previsiones para 2023 sitúan el crecimiento del PIB español en el entorno del 1%. Y del 2% en 2024. Pero conviene no dar nada por sentado. El mundo es imprevisible y la economía española un saco de sorpresas. El tiempo, la guerra y la capacidad de reinvención del tejido productivo nacional dirán.