El rugido del agua invadiendo las calles de Paiporta aún resuena en su memoria y en la de sus habitantes. Lo que parecía una tarde lluviosa más se transformó en una pesadilla el pasado 29 de octubre, cuando la dana descargó su furia sobre Valencia. Elena Mihi, propietaria de LCTronics, una pequeña tienda de electrónica de la localidad más castigada por el desastre meteorológico, y ubicada a escasos 300 metros de la fatídica Rambla del Poyo, recuerda con angustia aquellos momentos: “Fue como un tsunami. En 13 minutos, el agua subió metro y medio. Mi hija de 11 años me preguntaba si íbamos a morir“.
Elena ofrece reparación, venta y asesoramiento tecnológico. Sus clientes son tanto particulares como empresas de la zona. Ella, como muchos otros autónomos de Paiporta y otras localidades cercanas, lo perdió todo. Su tienda, su medio de vida, quedó reducida a escombros. “No solo fue la inundación”, relata con indignación. “Lo peor vino después”.
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Sin luz, sin agua, sin ayuda
La dana cambió su vida y la de muchos vecinos de Paiporta. Lo que empezó como un día extraño, con un cielo cubierto y un viento inusual, se convirtió en una pesadilla. “Era un día muy raro, no llovió en todo el día, pero había relámpagos, el aire era muy fuerte,” recuerda Elena. Intuición o premonición, decidió que su hija de 11 años no iría al colegio ese día. Una decisión que resultaría providencial.
Los días posteriores fueron una prueba de fuego. Sin luz, sin agua, sin comunicaciones, y lo que es peor, sin ayuda. “En Paiporta estuvimos tres días conviviendo con cadáveres”. Los saqueos comenzaron, y la desesperación se apoderó de la población. “No vino nadie a ayudar, ni local, ni regional, ni estatal. Eso fue lo más duro.”
Durante días, Elena Mihi y sus vecinos vivieron en condiciones precarias, sin luz, sin agua, rodeados de barro y escombros. “Las ayudas no llegaban, y cuando empezaron a hacerlo, resultaron ser una burla”, denuncia. “1.500 euros por comercio… solo una de las cortinas de mi local ha costado más de 2.000 euros”.
La lucha por la supervivencia
“La dana dejó mi local completamente destrozado”. Elena no pudo acceder hasta una semana después, debido a la acumulación de coches en la puerta. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas: stock, mobiliario, ordenadores de clientes… todo perdido. Pero lo que más le duele es la pérdida de amigos. “Lo material es solo dinero y eso se repone, pero las vidas no”, se lamenta.
A pesar del golpe, la comerciante de Paiporta se niega a rendirse. Con la ayuda de voluntarios y vecinos ha logrado reabrir su establecimiento en el mismo local.
Empezar de cero no, ¡de menos veinte! Pero aquí estamos, luchando por salir adelante
A pesar de las dificultades, Elena está convencida de que se va a sobreponer a la catástrofe. “Estoy completamente segura de que voy a remontar y vamos a ir a mejor. Lo tengo clarísimo, si no, no hubiera abierto,” afirma con determinación. “Cuando uno toca fondo, ya lo único que le queda es tirar para arriba.”
Su historia es un reflejo de la situación que viven muchos autónomos en Paiporta. Meses después de la dana, que a tantos negocios informáticos ha afectado, la recuperación es lenta y las promesas de las instituciones se quedan en papel mojado. “Nos han dejado solos”, repite Elena con la voz quebrada. “Hemos tenido que reconstruir nuestras vidas con nuestras propias manos”.
La herida sigue abierta
La incertidumbre se cierne sobre el futuro de Paiporta. Muchos comercios han cerrado sus puertas para siempre, incapaces de afrontar las pérdidas. Y los que resisten, como Elena, lo hacen con coraje, pero también con la amarga sensación de abandono.
“No podemos olvidar lo que pasó”, advierte Elena. “La dana no fue solo una catástrofe natural, fue también una muestra de la falta de preparación y de la indiferencia de quienes deberían protegernos”.
La falta de apoyo administrativo, la lentitud en las ayudas, la burocracia interminable… todo ello ha generado una profunda desconfianza hacia las instituciones. “Lo que pensamos ya los negocios es: o nos movemos nosotros o no nos van a ayudar”.
La historia de Elena Mihi es una historia de supervivencia, de lucha contra la adversidad, de la fuerza del espíritu humano frente a la tragedia. Es también una denuncia, un grito de auxilio, un recordatorio de que la recuperación no se mide solo en euros, sino en vidas, en sueños, en la confianza rota que tardará años en reconstruirse. La dana ha dejado una cicatriz profunda en Paiporta, pero también ha revelado la enorme capacidad de resiliencia de su gente.
Elena, a pesar de todo, sigue mirando al futuro con esperanza. Su historia es un testimonio de la solidaridad humana frente a la devastación y, sobre todo, de la necesidad de una respuesta eficiente por parte de las autoridades.