El origen de los paneles TFT se remonta a la década de los 60, con el desarrollo de calculadoras y relojes de pulsera dotados de LCD (Liquid Cristal Display o Pantalla de Cristal Líquido). Este novedoso material está formado por ciertas moléculas capaces de permanecer en un estado sólido-líquido (isotrópicas), que tienen la propiedad de alinearse en paralelo a su eje longitudinal y a los campos magnéticos.
Existen diversas clases de tecnología LCD, en función de la amplitud del viraje que lleva a cabo el tejido de partículas. La más simple, denominada TN, se basa en un giro de 90 grados y corresponde al proceso que se acaba de describir. Por encima de ella se encuentra la variante STN, con rotaciones de 180 y 260 grados y un coste mayor que el del tipo anterior, si bien consiguen una calidad de contraste más elevada. Esta calidad aumenta sucesivamente en el caso de la tecnología de doble y triple viraje (DSTN y TSTN).
Las formas que componen la imagen final en una pantalla TFT se elaboran por medio matrices resultantes de la colocación de una serie de células LCD de una determinada manera, constituyendo un punto. Siguiendo un procedimiento muy similar al de los monitores CRT, las figuras se producen por una combinación de encendidos y apagados aplicando tensiones en los lugares oportunos, para lo que se hacen rastreos de toda la pantalla.
Los colores vienen de la mano de tres filtros con los colores básicos -rojo, verde y azul o, en inglés, RGB– que se colocan en la parte anterior de cada punto de la pantalla. Dispuestos uno al lado del otro, estos filtros presentan un tamaño tan pequeño que el ojo humano los percibe como un único punto. A partir de las componentes primarias se forma el resto de los colores.
Todas las pantallas incluidas en la presente comparativa presentan conexión analógica, método tradicional para comunicar a la tarjeta gráfica la cantidad de rojo, azul y verde que se debe aplicarse a cada punto. Sin embargo, en el mercado se encuentran cada vez más pantallas que aceptan entrada digital, lo que hace innecesaria la conversión de la señal analógica.
La valoración de cada una de las siguientes pantallas TFT se ha basado fundamentalmente en el conjunto de pruebas de imagen que conforma el famoso Nokia Test. Creado para probar la calidad de los monitores CRT, este programa se muestra en general válido para los nuevos paneles, dejando a un lado pruebas como la del efecto moaré y la de la regulación de pantalla.
El primer apartado incluido en este software de evaluación es el correspondiente a la geometría, que tiene por objeto comprobar la correcta disposición de las líneas y la formación de ángulos rectos en todas las esquinas. Los aparatos TFT suelen estar exentos de esta clase de vicisitudes, pero sí es importante verificar la incorporación o no de ajuste automático, mecanismo que consiste en la posibilidad de modificar las dimensiones de la imagen por parte del propio dispositivo. La prueba de la convergencia permite asegurarse de que las desviaciones en las zonas en que las rectas cambian de color sean lo menos prolongadas posibles, lo que disminuye el riesgo de que aparezcan imágenes desenfocadas.
En tercer lugar, se evalúa la resolución con el fin de que la imagen no sufra distorsiones ni parpadeos. Esto exige variar la frecuencia de refresco hasta conseguir un óptimo equilibrio de la cantidad de puntos y de líneas que se puede mostrar. Por su parte, el brillo y contraste deberán poder ajustarse de manera adecuada para producir imágenes claras y sin pérdidas de tonalidades negras. Sin embargo, las modificaciones se harán dentro de niveles intermedios, pues forzar los parámetros suponer un perjuicio para la vista. Para determinar la calidad del foco, aparece un cuadrado en cada esquina de la pantalla. Sólo en el caso de que los cuatro cuadrados y su contenido presenten las mismas dimensiones, el usuario podrá estar seguro de que el punto mantiene sus proporciones en toda la superficie de visión.
Por último, la prueba de color muestra el grado de pureza que alcanza el dispositivo en cuestión. Así, el rojo deberá aparecer como tal, al igual que el azul, el verde y el blanco, pero, además, las distintas tonalidades han de distribuirse de manera uniforme a lo largo y ancho de la pantalla y el brillo debe ser igual en todas las partes. Los ajustes del aparato tendrán la misión de permitir al usuario aplicar la intensidad conveniente, por lo que también habrá que tener en cuenta el esfuerzo que requiera en cada caso la consecución del equilibrio.
Además de estas pruebas se tomaron en consideración aspectos como las posibilidades de conexión, la inclusión de controles automáticos o el grado de dificultad que plantea el manejo de cada pantalla. A todo ello se añade la valoración del precio, el cual viene condicionado en todo caso por el tamaño del dispositivo.