Vivimos tiempos convulsos e indescifrables. La Covid-19 vuelve a apretar y a poner los hospitales y el sistema sanitario en general contra las cuerdas. A estas alturas, la pandemia se ha convertido en una pesadilla recurrente. Sin embargo, la efectividad de las vacunas hace pensar que la salida al embrollo sanitario está a la vuelta de la esquina, o quizá a la vuelta de la primavera y la entrada del verano. Habrá que ver. Crucemos los dedos, por si acaso.
En el ámbito económico, las señales también son contradictorias, sobre todo si uno se dedica a vender tecnología. Mientras muchos sectores han naufragado y tendrán una recuperación complicada (turismo, transportes, hostelería…), la industria TI está de enhorabuena. Desde marzo se ha vendido mucha tecnología porque las empresas han acelerado sus planes de digitalización para hacer frente al reto del teletrabajo masivo o para llegar a los clientes de otra forma, sobre todo a través de comercio electrónico y la nube. También lo han hecho las familias y las instituciones públicas porque la Covid-19 ha obligado a dar las clases online o ha fomentado la telemedicina, entre otras cosas. Como consecuencia, el PC ha marcado, por ejemplo, ventas récord en la última década.
Pero mirando más al medio y largo plazo, es preocupante que en el horizonte se esté formando una crisis financiera de enormes proporciones y no nos acabemos de dar cuenta. Los presagios de los economistas no invitan al optimismo. En octubre, el Banco de España alertaba de que los bancos y su solvencia sufrirían mucho si la recuperación se alargaba en el tiempo. Y eso, a la postre, puede suponer un cierre del crédito y destrucción empresas en un tejido productivo ya de por sí muy castigado. En fin, que podríamos volver a la situación de 2008, con las empresas endeudadas e incapaces de asumir sus compromisos de pago. Y con unas familias agotadas financieramente y también con dificultades para asumir el pago de sus deudas. Y una crisis financiera de este tipo, además, no respetaría sectores y se propagaría como la pólvora por toda la economía, sobre todo en un país tan dependiente de sus bancos como España.
A nivel mundial, la incertidumbre también es muy alta. A principios de este año, la economista principal del Banco Mundial, Carmen Reinhart, avisaba de que se está formando una crisis financiera silenciosa que, aunque no va a tener episodios estelares como el “momento Lehman Brothers”, sí podría poner en riesgo la recuperación en muchos países cuando las vacunas empiecen a controlar la pandemia. Y la mecha podría prender en las economías emergentes y en sus gobiernos y en sus sistemas bancarios, que soportan calificaciones crediticias cercanas al bono basura. Reinhart pedía, para ello, reconocer el problema, reestructurar los préstamos incobrables y ajustar el valor de los activos. Habrá que estar atentos y esperar que esa mecha nunca llegue a arder.