No hay muchos divulgadores en este país del complejo mundo de las nuevas tecnologías e Internet. Por eso es de agradecer el esfuerzo de síntesis y buena escritura de Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa y uno de los blogueros que más se ha significado en el espinoso debate de los derechos de autor en la red. Dans aborda con un lenguaje bastante llano muchos asuntos que hasta ahora han sido coto vedado de tecnólogos y entusiastas de la informática, pero que, en realidad, están afectando muy seriamente al modelo de sociedad que está a la vuelta de la esquina.   El punto de partida de Dans es que Internet está cambiado a paso de gigante la forma de relacionarnos, de trabajar, de acceder al conocimiento, de hacer política o de producir y vender bienes y servicios. Además, estos cambios se van a acelerar en el medio plazo, cuando los denominados por Marc Prensky nativos digitales (aquellos que han nacido y se han educado con Internet de fondo) vayan asumiendo puestos de responsabilidad en empresas e instituciones. El ejemplo está en las enciclopedias: ¿Quién se acuerda hoy de la jactanciosa Britannica, o incluso de la solvente pero limitada Encarta de Microsoft, que hace tan sólo una década era todo un referente?   El modelo que se impone en Internet, y que Dans defiende con su característica vehemencia, es abierto y prima la colaboración. Es el que ha dado como resultado que hoy la gran enciclopedia del saber para el común de los mortales sea, con todas sus limitaciones, la Wikipedia, y que los servicios más demandados sean los de las redes sociales, donde cada uno es proveedor y destinatario de información al mismo tiempo. Dans nos avisa de que estamos abandonando a toda pastilla el mundo de ayer, caracterizado por la masificación y la comunicación unidireccional y controlada (un político que arenga desde el escenario, un profesor que da su clase magistral desde la tarima, un periodista que nos sirve las noticias desde un plató de televisión…), y adoptando uno más personal, líquido, ubicuo y complejo que está poniendo en cuestión todos los esquemas mentales.     En su ánimo por difundir la cultura digital, Dans derriba algún cliché, herencia del mundo analógico. A los padres les aconseja no imponer a sus hijos prohibiciones con el ordenador o filtros de control, sino enseñarles a caminar por el ciberespacio, algo ya tan básico como saber moverse por la calle. A los renuentes a adoptar las nuevas tecnologías les invita a lanzarse sin complejos, a hacerse con un portátil desde ya y crear un blog, comprar por Internet o entrar a formar parte de una red social. Los beneficios serán infinitos y los problemas, en contra de la imagen amarillista que difunden los medios, muy escasos.  
El autor de Todo va a cambiar advierte de que en la red, donde de una u otra forma tendremos o deberemos estar, se impone una economía de la atención que premiará al que más miradas concite y sepa, posteriormente, transformar ese protagonismo en negocio. El no entenderlo es lo que está llevando a ciertas industrias a planteamientos insostenibles. Como nos tiene habituados en su blog, Dans no ahorra palos contra los gestores culturales y la industria de la música y el cine, empeñados en mantener el modus operandi de los últimos cuarenta años, basado en la venta de CD.   En este punto cabe hacer alguna objeción al autor, que se deja llevar por el apasionamiento cuando asegura que el coste del canon digital supone el traspaso de miles de millones de euros desde los bolsillos de los usuarios a los autores, cuando en realidad son unos 100 millones al año, como reconocen las patronales del sector y declaran las propias entidades de gestión.  
Por último, cabe reprochar también a Enrique Dans un cierto maniqueísmo a la hora de analizar las trayectorias de Microsoft y Google. Porque ni el primero es el origen de los siete males ni el buscador, una empresa que empieza a ser investigada por las autoridades antimonopolio y que tendrá que ser muy cauta con el uso de la información de los usuarios que atesora, la gran panacea universal. Dans, que califica a Microsoft como un caso paradigmático de “falta de adaptación”, no tiene en cuenta que los intereses de esta compañía van mucho más allá de Windows y Office y hoy está presente en casi todos los ámbitos de la gestión de la información en las empresas. Además, también soslaya el hecho de que Microsoft ahora mismo está construyendo centros de datos en todo el mundo para ofrecer servicios desde Internet, siguiendo el modelo de la propia Google, de Amazon o de IBM. En fin, ni tanto ni tan calvo.
Todo va a cambiar</em></strong><br />
Tecnología y evolución: adaptarse o desaparecer
Enrique Dans<br />
Editorial Deusto<br />
Barcelona, 2010<br />
277 páginas<br />
19,95 euros