Me resulta fácil imaginar la cautividad a la que los usuarios de determinados sectores como el de las impresoras o las máquinas de café estaban sometidos hasta hace apenas unos años. En estos casos, un consumidor medio celebraba la compra de un producto duradero a un precio muy asequible. Sin embargo, pronto se daba cuenta de que estaba obligado a comprar, además de manera periódica y considerablemente más cara, un determinado producto que le permitiera usar el producto principal.
Esta cautividad ha sido un negocio bastante redondo para muchos fabricantes durante muchos años. Sin embargo, los mercados cambian y las marcas blancas de consumibles compatibles, pese a los envites y las trabas de los grandes fabricantes, se han abierto camino y se han ganado la aprobación de consumidores y usuarios. Todo un sector que demandaba desde hacía tiempo una apertura en el mercado que les permitiera acceder a los mismos productos, con la misma calidad, pero a precios considerablemente más bajos.
Y ha sido precisamente este equilibrio entre calidad y precio el que ha acabado convenciendo hasta a los más reticentes. Ha sido mucha la mala publicidad que las marcas originales han vertido sobre las compatibles, haciendo dudar de paso a sus compradores. Sin embargo, la constancia en el tiempo y la alta calidad de los productos compatibles ha permitido que todos vean el verdadero competidor que supone la marca blanca.
Actualmente, y según los datos de la consultora Grayling, el 89% de los consumidores los eligen en su día a día, siendo alrededor de un 70% el que cree que la calidad de este tipo de productos es igual o incluso superior a la de los productos originales.
Excelente calidad a buen precio que ha puesto en jaque a las marcas de fabricantes originales, pero que ha supuesto una posibilidad inigualable para los consumidores, que ahora se ven libres de elegir la marca que desean comprar y el precio que desean pagar. Una posibilidad que, hasta la aparición de los consumibles compatibles era sencillamente inexistente.
