Las ventas de informática han caído en los últimos años como consecuencia de la crisis económica y la incertidumbre que se ha instalado en los clientes. En algunos segmentos, como el consumo, la sangría llega, según algunas fuentes, al 30%. Desde el comienzo de la crisis han cerrado cientos (si no miles) de tiendas. Un gigante como Dixons retiró de España su cadena de tiendas PC City, para la que tenía un ambicioso proyecto de expansión y hace unas semanas Pixmanía anunció la clausura de todas sus tiendas físicas en España y Portugal.
Sin embargo, cuando uno pregunta en el sector “¿cómo te va?”, raramente obtiene una respuesta acorde con la situación. Por lo pronto, nuestro interlocutor nos dirá que crece o, cuando menos, mantiene los ingresos del año anterior. Puede reconocer que ha hecho ajustes, pero siempre para mejorar y subir en un mundo anegado por las malas noticias. Un mayorista me decía hace poco que esta paradoja se explica porque los que quedan, que son los que avanzan en medio de la tormenta, muchas veces se aprovechan del negocio y los clientes desatendidos que han dejado los que han tenido que cerrar. Es convincente su explicación, pero hasta cierto punto. Y es que cuesta mucho pensar que a todos nos siga yendo bien a estas alturas, que la crisis se ha filtrado por todas las grietas del sistema.
Vamos a emitir un juicio duro. España no es un país franco, y así nos va. Lo estamos viendo todos los días en la política, pero también es palpable esa falta de sinceridad y transparencia en la economía y en las empresas. Nos cuesta mucho reconocer errores o que el mercado, por la razón que sea, nos está tumbando. Con un mercado laboral tan cortito y que da tan pocas oportunidades, nadie quiere crucificarse reconociendo que su compañía va para atrás. Además, la escasa aceptación del fracaso empresarial y personal (algo que en otros países, lejos de ser denigrado, es incluso un valor) explica que todos intentemos edulcorar nuestra realidad cuando el mundo alrededor naufraga.
Otro asunto fomenta este ocultamiento. En los últimos tiempos se ha dicho que a este país le faltan auditores independientes y comprometidos realmente con su labor. Efectivamente, a España, a sus políticos y a su economía le hacen falta eso que los americanos llaman accountability, esa rendición de cuentas que es imprescindible para que una democracia o una organización funcione y se regenere. Esperemos que la crisis cambie actitudes y la sinceridad de cada uno redunde en beneficio de todos.