Las Partner Conference de Microsoft tienen aire de gran liturgia y suponen una cierta catarsis en la compañía y en sus socios. Llegan con el comienzo del año fiscal y de ellas el canal tiene que salir con las ideas claras de por dónde van a ir los tiros en los 12 meses siguientes.
En la reunión de Toronto este año, la más multitudinaria de la historia, Microsoft ha dejado claro que en este ejercicio se la juega en su terreno de siempre, el del sistema operativo. Del éxito de Windows 8 dependerá el futuro a medio plazo de la compañía, pero también de la industria del PC, que tanto viene sufriendo en los últimos tiempos. La aceptación de Windows 8 también será clave para ver qué posibilidades tiene el gigante de Seattle en el mundo del tablet y de los smartphones.
En fin, cientos de miles de millones de dólares están en juego con la salida del funcional y colorido sistemas de las losetas. Por eso Microsoft y todo su plantel de directivos se esforzaron en la capital canadiense en mostrar las virtudes del programa. La retórica en torno al cloud de otros años dejó paso a muchas demos de producto en las que los asistentes pudieron comprobar hasta dónde llega el sistema operativo, pero también cómo se entenderá con las redes sociales, con Kinect o con el viejo PC de la oficina.
A la altura de Windows 8 estuvieron los anuncios relacionados con Office 365, la avanzadilla de Microsoft en el ámbito de la nube pública (con el permiso de CRM Online). Microsoft aprovechó la cita para lanzar el programa Office 365 Open, que integra el servicio en el esquema de licenciamiento Open y con el que el distribuidor recupera el protagonismo ante el cliente (la factura irá siempre a su nombre, y no al de Microsoft). Las quejas en el primer año de la suite online se han multiplicado y a la compañía no le ha quedado más remedio que responder. Veremos si de esta forma aplaca el malestar acumulado en la red de ventas.
Steve Ballmer (56 años), el CEO, no fue el mismo de siempre en Toronto. Abrió el evento, pero lo hizo en un tono menor. La audiencia esperó en todo momento al directivo rabioso e histriónico que te hace olvidar el madrugón o el jetlag a base de gritos y adrenalina. Sin embargo, Ballmer dejó paso a sus directivos, quienes, con aplicación, pero sin chispa, desgranaron la estrategia de la firma en casi todos los terrenos.
El que cautivó a los partners fue Kevin Turner (47 años). Por lo visto y oído en Toronto, no es descabellado pensar que el COO de la compañía, el responsable último de aterrizar todo el giro estratégico de la multinacional con el cloud y de integrar todas las adquisiciones realizadas en los últimos años, será el sucesor de Ballmer.
Turner, que cuando llegó de los almacenes Wal-Mart en 2005 carecía de brillantez, cerró el evento con una larga charla donde puso en su sitio todas las piezas del puzzle en que se ha convertido Microsoft en su sitio. Además, Turner fue el que arremetió con más fuerza contra el enemigo (este año se habló mucho de VMware y, como viene siendo habitual, de Google).
Solo un reproche: Turner forzó su argumentación hasta límites insospechados, lo que le hizo perder verosimilitud por momentos. Cuesta creer que el buscador de Microsoft, Bing, haya dejado a la altura del zapato a Google o que Windows sea la plataforma más segura del universo. El equipo del directivo siempre forzó los parámetros de los gráficos de su Power Point con el fin de dar siempre una imagen excesivamente triunfalista de la compañía.
Como decía un distribuidor español al término de su charla, “en algún momento se le fue la pinza”. En cualquier caso, su discurso fue consistente en líneas generales, directo y de amplias miras. Fue el mejor sustituto de un apagado Ballmer en uno de los años más decisivos para Microsoft -algunos ven paralelismos con el de Windows 95- y para la industria que le acompaña.