Por Mónica Hidalgo
Ante el inminente aterrizaje del que promete ser digno heredero de XP –obviando al denostado Vista- e incluso de aquel celebérrimo Windows 95, el mercado está más bien apático. Ni los usuarios ni los distribuidores han dado muchas muestras de interés por Windows 7, que a todas luces permitirá impulsar las lánguidas ventas de equipos en el mercado y, por ende, conceder carta de naturaleza a una posible reactivación del mercado.
A esta sensación de marasmo contribuye la actitud de atonía que parece invadir a Microsoft ante el que debería ser uno de los mayores lanzamientos del último lustro. El susodicho lanzamiento debería estar acaparando la portadas de periódicos impresos y digitales en las que se recogieran opiniones de usuarios, partners y expertos en relación a las virtudes y posibles carencias de la plataforma. La política de austeridad parece haber calado hondo entre los directivos de Microsoft, con Steve Ballmer a la cabeza, que prefiere dejar actuar a las leyes del mercado antes de lanzar las campanas al vuelo y permitir que la burbuja se desinfle antes de tiempo. No obstante un poco más de salsa no vendría nada mal.
La primera prueba de fuego de Windows 7 será el SIMO, que se celebra la semana que viene, y donde Microsoft tiene previsto desplegar todas sus armas para mostrar las virtudes de la nueva plataforma en colaboración de su canal de distribución. Y es que no conviene olvidar que los partners de canal son un elemento clave que puede garantizar el éxito de Windows 7 y extender su presencia en el mercado.
Ante la realidad del mercado es necesario que los usuarios, empresas y partners se conciencien y apuesten claramente por una tecnología, Windows 7, que no sólo supondrá una renovación tecnológica de los anteriores sistemas operativos, sino un impulso esencial para garantizar la reactivació